Morelia Michoacán a 28 de septiembre de 2024.- El Día Internacional del Aborto, que en teoría debía ser un espacio para el debate y la reflexión sobre los derechos reproductivos de las mujeres, se convirtió nuevamente en un escenario de vandalismo en la ciudad de Morelia. Un pequeño contingente feminista, sin propuestas claras ni un pliego petitorio visible, recorrió las calles del centro histórico causando destrozos en edificios públicos y privados, dejando a su paso un panorama de destrucción y desorden.
A lo largo de la jornada, las manifestantes, armadas con aerosoles y objetos contundentes, realizaron pintas en fachadas de instituciones gubernamentales, negocios y monumentos históricos. Entre los edificios más afectados se encuentran el congreso del estado y el palacio de gobierno, así como comercios que quedaron cubiertos de grafitis y mensajes de odio. Este tipo de actos, que lamentablemente han comenzado a ser frecuentes en este tipo de manifestaciones, desató la indignación de la ciudadanía moreliana, que cuestiona tanto la efectividad como la legitimidad de estas acciones.
“Es inaceptable que destruyan la ciudad y los edificios que forman parte de nuestro patrimonio, no tienen una sola demanda estructurada, sólo destruyen por destruir”, expresó un comerciante cuyo local fue víctima de las pintas. La indignación no es solo por los daños materiales, que una vez más recaerán en los bolsillos de los ciudadanos a través de los impuestos para las reparaciones, sino también por la falta de propuestas concretas que justifiquen la movilización.
Las imágenes de los destrozos en el centro de Morelia rápidamente se hicieron virales en redes sociales, y las críticas no se hicieron esperar. La falta de un discurso claro y la carencia de un pliego petitorio han generado una serie de interrogantes sobre el verdadero propósito de estas manifestaciones. “No se trata de invisibilizar su lucha, sino de señalar que están alejándose de cualquier posibilidad de generar un cambio real. ¿Dónde están las propuestas? ¿Qué buscan con estos actos que sólo generan repudio?”, comentó un residente de la ciudad que presenció el paso del contingente.
Lo que más sorprende es que, a pesar de los repetidos llamados al diálogo y a la participación en espacios de debate, estos pequeños contingentes optan por el vandalismo como su única forma de expresión. Al destruir edificios que no tienen ninguna relación directa con las demandas por los derechos reproductivos, se pierde el foco de la protesta y se desvía la atención hacia los actos de violencia. Esto debilita el impacto de la lucha feminista y genera una desconexión con la mayoría de la sociedad, que rechaza estas formas de manifestación.
Las autoridades locales han condenado enérgicamente los actos de vandalismo. El gobierno municipal ha prometido una investigación para dar con los responsables de los daños, pero hasta el momento no se han anunciado sanciones. Mientras tanto, los costos de los destrozos se suman a los ya elevados gastos que, año tras año, se destinan a reparar los daños causados durante este tipo de movilizaciones. La restauración de los inmuebles públicos y privados, así como de los monumentos históricos, requerirá nuevamente de recursos que podrían ser utilizados para mejorar los servicios públicos o atender problemas sociales que las propias manifestantes denuncian.
La falta de propuestas claras en estas protestas también ha sido criticada por otras organizaciones feministas que, si bien apoyan la causa por la legalización del aborto, no están de acuerdo con los métodos violentos. “Es necesario manifestarse, pero con propuestas y un objetivo. Destruir edificios no va a solucionar nada, al contrario, va a alejar a las personas que podrían apoyar la lucha por nuestros derechos”, comentó una activista feminista que se ha distanciado de las manifestaciones radicales.
La realidad es que este tipo de actos de vandalismo ha ido debilitando la causa feminista en Morelia y en otras ciudades del país. Al no presentar soluciones concretas o propuestas viables, las manifestantes radicales están perdiendo la legitimidad ante la opinión pública. Lo que podría ser una jornada de reflexión y de exigencia de derechos, termina convirtiéndose en un espectáculo de destrucción que no solo afecta a los ciudadanos, sino que también perjudica la propia lucha de las mujeres por sus derechos reproductivos.
En lugar de construir puentes y abrir espacios de diálogo, estos pequeños contingentes están destruyendo no solo edificios, sino también la posibilidad de avanzar en la implementación de políticas públicas que atiendan las necesidades de las mujeres.