Por VÍCTOR ARMANDO LÓPEZ
Morelia, Michoacán a 18 de febrero de 2025.- A los 7 años dejó de ver a su padre. Su madre quedó sola al cuidado de tres hermanos, por lo que Pablito Ríos Buenrostro apenas terminó la primaria tuvo que empezar a trabajar, pues siendo el mayor tenía que ayudar a su progenitora, para que todos tuvieran algo que comer.
Se tuvo que convertir en el hombre de la casa con tan solo una década a cuestas. Y es que la vida en la tierra caliente de Michoacán no es fácil. Hay mucha desatención, pobreza, pocas oportunidades y lamentablemente se vive en un ambiente de inseguridad y riesgos, pues ahí es un gran asentamiento del crimen organizado.
Quizá ese ambiente o una sed de justicia, le hacían soñar a Pablito con ser militar. Aunque también le gustaba jugar futbol, pasear en la plaza y estar en su casa. “No andaba en la calle, era muy serio, no lo veía con novias”, recuerda su mama Mayra Alejandra Buenrostro.
Ella lo recuerda como un niño y adolescente muy trabajador, pues desde que acabó la educación primaria en la escuela “Vicente Guerrero”, en Apatzingán, iba a la cosecha de limón, pero también vendía esta fruta en bolsas de plástico. Incluso, con lo que ganaba y mucho trabajo, construyó con su madre una casa en el campo, fabricada con madera, láminas, plástico y palos.
Donde toda la familia vivía (contando a sus dos hermanos menores de 11 y 9 años, hasta el fatídico día.
En enero de este año, Pablito cumplió 15 años. Una mañana de estos días de febrero salió a trabajar a la parcela, como siempre para cosechar limón, iba junto a un tío de 42 años de edad.
Él llevaba el azadón al hombro, listo para trabajar. Lejos estaba de imaginar que en el primer movimiento tocaría una “narco-mina”, lo que haría que su cuerpo volara en cientos de pedazos.
Explosión que también provocaría la muerte de su acompañante, días después en el hospital.
La mamá de Pablito se enteró de la muerte su hijo luego de una llamada que le hiciera su hermana.
Su dolor sobrepasó lo inimaginable, y en ese marco se enteró de las declaraciones oficiales que sobre este caso hicieron desde el Ejercito, la Fiscalía General de Michoacán y de la Secretaría de Seguridad Pública, quienes señalaron por ejemplo: “Hay datos que pudieran sugerir que no necesariamente son víctimas, sino que, en alguno de los casos (sic), estaban manipulando el artefacto explosivo improvisado”, afirmó Adrián López Solís.
A lo que su madre, Mayra Alejandra Buenrostro, puntualiza que llegaron a esas conclusiones sin hacer investigación alguna, tanto que a ella ni siquiera le preguntaron nada. De ahí que exige a estas figuras que brinden una disculpa pública hacia la memoria de su hijo, pues lo han hecho pasar de un niño y joven trabajador, a un integrante del crimen organizado.
Hay que recordar que hace semanas el dirigente estatal del PRI-Michoacán, Guillermo Valencia Reyes, alertó que desde el municipio de Cotija hasta Tepalcatepec había kilómetros de caminos minados, mismos que ponían en riesgo la vida de elementos del Ejército Mexicano, así como de la población en general. Incluso, fue a esa zona, y colocó varios anuncios de alerta, ante campos minados. Letreros que “mágicamente” desaparecieron.
A consecuencia de las “narco-minas” colocadas en la tierra caliente de Michoacán, como parte de la disputa de la zona por parte de grupos criminales, ya han fallecido elementos de seguridad, maestros, campesinos y Pablito, quien pasó de niño a hombre por la pobreza, y de ejemplo de fortaleza y lucha, a victimario, porque así lo imaginó la autoridad.