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Echar vencidas con King Kong Sr. López

Ciudad de México a 31 de enero de 2019.- Tía Maruca (de las de Autlán), vivía en un edificio de departamentos en la Ciudad de México. Era un poquitito antes que gorda (poquitito), más simpática que Vitola y Susana Cabrera juntas, buena persona, buena esposa, buena madre y buena tía. Era buena parejo.

Tío Emilio su esposo era un señor normal, tirando a lo que en México definimos como “ojo alegre”.

Pero ella era más lista que buena.

Un día se mudó a vivir en el edificio una señora joven, que vivía sola, guapa como de calendario de vulcanizadora, o sea, no distinguida, más bien con pinta de güila.

Tía Maruca el día que se mudó la invitó a comer con ellos, “una mudanza es terrible” y antes que pronto, parecían amigas de toda la vida. Su hija mayor (Maruquita), contó a este López que le preguntó a su mamá la razón de esa instantánea amistad, y que ella le contestó: -De muy amiga la quiero si no quiero quedarme sin marido –bueno, cada quien.

El dinero grandote del mundo no juega volados nunca. No juega nunca, nada.

Otra cosa: es lo más cobarde que hay sobre la faz de la Tierra y corre ante el menor amago. Y finalmente, el dinero grandote saca raja de todo, de países y empresas florecientes y de países y empresas quebradas.

Por eso el éxito de las agencias “calificadoras”, dedicadas a evaluar la calidad o el riesgo que puede tener una inversión en una empresa o país.

Básicamente, qué tanta seguridad tiene el inversionista de que le van a pagar.

Las tres más importantes del mundo son la Fitch Ratings, Moody’s y Standard and Poor’s. La Fitch según algunos, es la más importante de la Vía Láctea.

Ha de ser la Fitch tiene 106 añitos funcionando y no hay un solo inversionista en todo el planeta que no ponga mucha atención a sus calificaciones.

A veces meten la pata, claro, pero es la única calificadora que aparte de sus calificaciones de rutina, da a su no siempre honorable clientela, un reporte adicional para advertir al mercado de capitales sobre posibles crisis imprevistas o no conocidas al momento de haber calificado a un solicitante de dinero (lo llaman “Constant proportion debt obligations”, CPDO).

Son muy serios (no simpáticos, no caritativos, ni ayudan a nadie aunque esté al borde de la inanición: ellos a lo suyo, a cuidar el dinero y conservar su clientela).

La Fitch califica como inversión de corto plazo la que debe ser liquidada en 12 meses; lo demás para ellos, es de largo plazo. La mejor calificación que otorga a empresas y países es la AAA, luego AA, A, y BBB, lo que sigue para abajo es considerado “sin grado de inversión”, lo que en el mundo llaman “bono basura”. A partir de AA, para matizar sus calificaciones, la Fitch les agrega un “+” o un “-“, de modo que cada una se hace tres (por ejemplo BBB+; BBB; BBB-).
Que la Fitch haya bajado a Pemex de BBB+ a BBB- y al país de AAA a AA, es grave de llamar la ambulancia.

Lo de Pemex es un poquito antes de pasar a “bono basura”. Lo del país es dudar del proyecto económico completo del gobierno federal. ¡Ah, jijo!

Esto tiene consecuencias, cuesta más caro conseguir crédito (a mayor riesgo, mayor interés cobra el que tiene el dinero; al que quiera azul celeste…), mete presión al peso (mucho histérico se pone como loco a comprar dólares, bueno, pero es su dinero y muy su derecho a cuidarlo), y en el caso particular de Pemex significa también estar en riesgo de que le dejen de vender gasolinas (estamos importando casi el 70% del consumo nacional), en el párrafo cuarto del informe de antier, dice la Fitch: “Las dificultades financieras en PEMEX podrían interrumpir el suministro de combustibles líquidos en todo el país”.

Por si le interesa, léalo completo en (https://www.fitchratings.com/site/pr/10060982); si no le hace al inglés, entre por su celular y se lo traducen al español; dice cosas terribles de la actual administración federal y de la empresa… ¡fue horrible, fue horrible!).

Bueno, no ha llegado la lumbre a los aparejos: a chambear, a lograr que nos regresen la calificación que teníamos hasta hace poco y mejorarla de ser posible.

Lo que no es aconsejable es descalificar a la calificadora. Es como discutir con el ampáyer en beis bol: jamás gana el que reclama, por más que grite y manoteé.
Nuestro Presidente ayer descalificó a la Fitch.

El Secretario de Hacienda tuvo desde las seis de la tarde del martes (más o menos), hasta las seis y media de la mañana de ayer para informarlo de qué es la Fitch y que aunque estuviera equivocada su calificación, lo mejor es ser muy modositos con semejantes tiburones.

Ignora el del teclado si lo hizo. Pero lo que si sabe es que nuestro Presidente en su conferencia mañanera de ayer, dijo:
“Son unos hipócritas, nunca dijeron nada, guardaron un silencio cómplice y ahora que estamos recuperando a Pemex, salen con sus recomendaciones o tratando de calificar sobre el desempeño de Pemex (la Fitch bosteza mirándose las uñas) Tratan de desprestigiarnos cuando ahora México tiene mucha fortaleza por su autoridad moral, en el país, al interior del país, la gente se siente orgullosa de que se está enfrentando el problema de la corrupción.

En el mundo somos un ejemplo por lo que estamos haciendo (…) Si imponen una política económica 36 años y luego hay un cambio pues están molestos, inconformes y tratan de desprestigiarnos” (la Fitch siente igual que el elefante que trae una hormiga en una pata… nada: son custodios del capital global y carecen absolutamente de nada parecido a la sensibilidad ni aprecio al esfuerzo ajeno: a ellos se les habla con números y resultados duros).

El imperio global del capital es éticamente neutro lo que ya de suyo es cuestionable si no es que inmoral… bueno, sí ¿y qué?… el imperio global del capital no sujeta sus decisiones a ninguna consideración de orden ético. ¿Le caen gordos?… no les pida prestado. ¿Necesita pedirles?, guárdese sus opiniones.

Cumpla y punto. Y tenga muy presente: se puede embargar países, se ha hecho. Otro día lo comentamos.
Cuidado, México no puede echar vencidas con King Kong.

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